¿Por qué coaching profesional?

Para empezar, cambiemos la pregunta por: ¿Para qué coaching profesional?

Una de nuestras preguntas más recurrentes, es el para qué. ¿Para qué haces lo que haces?, ¿Para qué te comportas así?, ¿Para qué piensas eso?, ¿Para qué trabajas ahí?, ¿Para qué has creado tu empresa?, ¿Para que mantienes rutinas que te hacen perder dinero?, ¿Para qué dedicas tanto tiempo a tareas absurdas?, ¿Para qué tienes asignadas esas funciones a esas personas?, ¿Para qué quieres ganar ese dinero?, ¿Para qué, para qué y para qué más?

El coaching es una herramienta para generar nuevas acciones que vayan alineadas a conciencia con el objetivo propuesto y con la identidad del profesional que la elige, influyendo en el entorno de una forma productiva y ecológica.

Pero reflexionemos desde el principio… 

Desde pequeñitos los adultos nos preguntan qué queremos ser de mayor. ¡BOOOOOM! Primera limitación profesional programada en la mente.

No sabemos soñar y creemos que estamos persiguiendo un sueño.

Raro sería encontrar a un niño que responda “yo de mayor quiero ser feliz, estar bien, divertirme, aprender, disfrutar de mi familia, trabajar 35 horas semanales, dormir sin pastillas por las noches, etc.” ¿Qué profesiones puede conocer un niño de 5 años? las de sus padres y algún familiar cercano, la de médic@ porque es quien le pone las vacunas, la de policía que es lo más cercano a los superhéroes, peluquer@, panader@, profesor/a, tik-toker

Entre estas limitaciones y que a los 14 años tienes que elegir asignaturas de Secundaria que te restringen el poder estudiar una u otra cosa en Bachillerato, sumado a  que con 17 ó 18 años, tienes que decidir qué estudios superiores cursar durante como mínimo los próximos 3 ó 4 años, el tiempo de explorar nuevas profesiones y de soñar con ellas, se reduce bastante, y con ello, el futuro profesional.

En el mejor de los casos, los jóvenes aciertan y además se dedican profesionalmente a ello. En el peor, ya sólo con lo que cuestan los estudios superiores en España, muchos ni continúan. Si le sumamos las condiciones sociales y económicas, que normalmente no son muy favorecedoras en la etapa adulta (más limitaciones añadidas), la probabilidad de acabar trabajando en algo que no necesite cualificación específica, es muy alta. Y ahí comienza el bucle infinito: para estudiar, necesitas trabajar, financiar los estudios y un coche, y como gastas más dinero, necesitas trabajar más en ese “trabajillo” para seguir pagando… Y como has cumplido 25 años y, tarde, pero acabas de graduarte, sigues trabajando en lo mismo porque lo que toca es comprarte un nuevo coche mejor o hipotecarte (más obstáculos en la carrera profesional y por supuesto, en la vida personal). Y ya si eso, te haces un Master, que está muy de moda, y así sigues endeudado y trabajando en lo que nunca soñaste… O sí, quién sabe.

¿Qué estoy haciendo con mi vida?

Puede que 10 ó 20 años después te hayas preguntado cómo has llegado hasta aquí o qué estás haciendo con tu vida. Y seguramente, bloqueas la respuesta con pensamientos del tipo “qué más dá, económicamente no puedo permitirme un cambio”, “dónde voy a ir yo ahora”, “no sé hacer otra cosa que lo que llevo haciendo toda la vida”, “mejor voy a echar un vistazo a instagram que al menos me río” o “cambiar, será uno de mis propósitos para año nuevo”. Tu cerebro es muy listo y busca la respuesta rápida, la comodidad de lo conocido aunque haga daño. ¡Ah! ¿Que no crees que te estás haciendo daño? Quizá lo siguiente te suene.

Tu jornada o la de tu equipo es de 40 horas semanales pero trabajáis unas horitas más. Total, si sólo contestas algunos correos desde el móvil, haces un par de pedidos, mandas un presupuesto, corriges algún examen y escribes en el grupo de whatsapp del trabajo, porque así adelantas cosillas del día siguiente… ¿Adelantar?, ¿En serio hay que adelantar el futuro?

Cuando dedicas este tiempo a esas tareas no agendadas, es tiempo que estás quitando a otras cosas o personas, por no decir, que te lo estás quitando a ti mismo. Quizá hacer deporte, leer un libro, pintar cuadros o soldaditos de plomo, restaurar muebles, tocar la guitarra, o charlar con tu pareja, puede no apasionarte, pero ¿enviar correos a las 8 de la noche sí? (Es más, si lo anterior no te apasiona, ¡échale un vistazo a eso también!). Quizá te creas muy buena persona porque estás ayudando a tu compañero de trabajo a superar su ruptura sentimental, su situación económica o su frustración por no llegar a todo pero, ¿te has parado a pensar en la brecha familiar que tienes en casa? Y si no estás viviendo tu sueño profesional, ¿Al menos estás disfrutando haciendo que tu jefe viva el suyo? 

Cumplir sueños es de personas realistas, enfocadas, comprometidas y proactivas.

¿Cuando dices que sí a “cosillas” del trabajo fuera del trabajo, a qué “cosillas” personales estás diciendo que no?

Para lograr un objetivo, necesitas primero saber qué quieres, pero qué quieres de verdad, desde tu pensamiento más profundo, ambicioso, creativo y divertido, qué es eso que anhelas que te haría feliz, que sería sano y positivo para ti y para tu entorno, eso que aún sabiendo que te llevará trabajo sea tan atractivo y tan motivador que merezca la pena el esfuerzo, eso que cuando estés a punto de morir digas… ¡que me quiten lo bailao!

¿Sabes quién eres?

Para luchar por ese sueño, o mejor dicho, para empezar a caminar hacia él, es necesario saber quién eres. Pero quién eres de verdad, quién eres cuando te acuestas cada noche y estás en silencio contigo mismo, cuando te levantas y afrontas un nuevo día desde el desequilibrio, cuando bloqueas tus sentimientos porque tienes que preparar las excusas de la semana, cuando te ríes a carcajadas. Por cierto, ¿hace cuánto no te ríes tanto a carcajada limpia que hasta te duele la tripa?

Ni tu puesto de trabajo, ni tu uniforme, ni tus finanzas, ni tu estatus, ni tu paternidad, ni la marca de ropa que llevas puesta, ni tu lugar de residencia, te definen. Eres mucho más de lo que crees. Y engañar y engañarnos es muy fácil, lo difícil es ser sincero. Sobre todo, con uno mismo. 

Coaching como herramienta de crecimiento profesional.

Para eso sirve el coaching: para ayudarte a que definas tu objetivo con el máximo nivel de detalle, tan explícito, que sentirás que lo has logrado antes de avanzar en el proceso; para recuperar tu identidad, tu autenticidad libre de juicios y con la madurez que tu momento requiere; para aprender a caminar de la mano de tus valores y también de tus miedos y otras emociones, pero sin sobrecargas, sin corazas, sin renunciar a tu vida personal y con herramientas de gestión emocional. ¿Acaso no has aprendido a utilizar tu móvil porque es una de las mejores herramientas para tu día a día? ¿Acaso no has contratado un gestor para que te lleve los asuntos económicos y fiscales? ¿Acaso no te has informado del plan de prevención de tu empresa?

Tomar conciencia de dónde estás y de hacia dónde quieres ir, y crear anclajes que te traigan de vuelta al camino hacia tu meta cuando te despistes, es otra de las cosas trascendentes que te aportará un proceso de coaching. ¡Claro que se admiten despistes!

Cambiar hábitos no se consigue en una sesión.

Por ello, también disciplinas complementarias como Mindfulness nos ayudan a aceptar las cosas tal y como son en el momento que son, a no juzgarnos y a soltar la posible culpa para volver a poner la atención y la intención de nuevo en nuestro objetivo. Buscar nuevas alternativas que hasta ahora no contemplabas, por no saber o no querer ampliar la mirada, te traerán nuevas oportunidades para actuar diferente y lograr lo que te propongas, sin pagar un alto precio por ello.

¿Para qué?, ¿Para qué?, ¿Y para qué más?

Para qué más sirve el coaching, lo descubrirás cuando empieces a contestarte a tí mismo: ¿Para qué vives y trabajas así?, ¿Para qué más?, ¿Y para qué más? ¿Y para qué más?… Y si ni tú mismo crees tus respuestas, entonces es hora de volver a empezar a soñar.

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